Los primeros días en la vida de un bebé están llenos de incertidumbre para papá, mamá y todas las personas adultas que están a su alrededor. ¿Por qué llora tanto? ¿Por qué ha convertido la noche en día? ¿Debemos despertarle para darle la leche? Tales preguntas se han trasmitido de generación en generación. También las respuestas.
Para los recién nacidos, la vida transcurre en forma desordenada. Con su nacimiento, la criatura pierde el confort del claustro materno y se enfrenta a un medio desconocido, al cual deberá adoptarse poco a poco.
En este nuevo medio donde se desarrolla, cualquier inquietud, tanto interna como externa, lo hace manifestarse bruscamente en forma de llanto. Esta es la causa de que su sueño sea intranquilo y de que se muestre constantemente impaciente por el hambre, las ansias de mimos y por las necesidades de eliminación.
La tarea de los padres consiste en organizar la vida de su bebé, de acuerdo con un plan que regule todos los procesos de su desarrollo. Este plan se conoce con el nombre de régimen y horario de vida y deberá primar en la existencia infantil casi desde su nacimiento hasta las edades más tempranas. La creación de los primeros hábitos de vida le ahorra al infante un gasto innecesario de energía. Además, favorece su desarrollo físico y psíquico, al establecer los períodos de sueño, alimentación y de tiempo despierto o vigilia, que necesita cumplir un niño o niña, según su edad y características individuales.
El horario o régimen de vida se planifica teniendo en cuenta las horas de sueño que debe tener, porque el sueño es la fuente de recuperación de la energía nerviosa. En el recién nacido, es preciso mantener el sistema de vida con exactitud. Por eso, si a las horas en que le corresponde su alimento no se lo damos porque está dormido, se afectará mucho la creación de un buen hábito de alimentación. En estos casos, debemos acercarnos, llamarlo suavemente hasta que despierte, sacarlo de la cuna, sentarnos y, con él en los brazos, darle el pecho o el biberón. Esta operación hay que realizarla con el niño despierto, para que aprenda que es la hora de su alimentación, ya que si se lo damos dormido, no formará correctamente el hábito.
Si se cumple con las horas de alimentación, al final de la segunda semana de nacido despertará sin necesidad de llamarlo. De igual forma ocurre con el sueño. Debemos poner al bebé a dormir siempre a la misma hora y así él creará los reflejos condicionados del sueño. Naturalmente que eso depende, en gran medida, del tiempo que permanezca despierto y de la actividad de su sistema nervioso durante ese tiempo. Si el bebé, una vez despierto, no ha sido sacado de la cuna, puede muy bien volver a dormirse por falta de estimulación, lo cual es muy perjudicial, porque se altera su régimen de vida y porque, al extender las horas de sueño, se impide que disfrute de una vigilia activa, lo cual es de gran importancia para su desarrollo.
La vigilia también hay que cuidarla y es muy bueno que los padres conozcan lo importante de organizar las actividades que realizará el bebé en el tiempo que permanezca despierto.
Si se cumple cuidadosamente el horario de vida, de acuerdo con la edad; si los distintos procesos de su vida se realizan correctamente y siempre de la misma forma, la formación de hábitos apropiados se establecerán casi sin darnos cuent
No hay comentarios:
Publicar un comentario