martes, 24 de septiembre de 2024

Abuelos en casa

 


Por Marilys Suárez Moreno

La niñez y adolescencia de muchos nosotras y nosotros han estado sustentadas por la presencia de algún abuelo o abuela. Y seguramente, esa presencia marcó un antes y un después para cada quien.

Desde el nacimiento hasta los seis o siete años se estructuran las bases de las particularidades físicas y formaciones psicológicas de la personalidad, que en las sucesivas etapas del crecimiento se consolidarán y perfeccionarán. Edades ideales para formar los principales hábitos que normaran la vida infantil y que no en pocas ocasiones tienen un peso fundamental en los abuelos y las abuelas de la casa.

Expertas en cuidados y consejos, a las abuelas, en especial, les quita el sueño la enfermedad de algún nieto o nieta y se enorgullecen de sus gracias y aprendizajes. Y no son pocas las que se apresuran a jubilarse “para dar una mano” a la pareja joven en la crianza del nuevo miembro de la familia. Eso mismo hizo mi madre cuando nació su primera nieta y su hijo más chico le pidió su apoyo, pues la pareja trabajaba.

Diversos estudios sobre la familia cubana han comprobado que después de la figura materna, la más destacada por los niños y niñas al dibujar una escena hogareña, era la de la abuela y el abuelo, los que siempre han tenido un especial encanto para los más chicos de la casa.

Y si bien la dicha de tenerlos y contar con su apoyo, esa alegría se hace inmensa cuando son participes de la crianza y educación de sus nietos y su presencia es tomada en cuenta por sus padres en la decisión de cuestiones que le incumben a la familia. Pero cuánto dolor les provoca también la falta de respeto, el alejamiento y hasta los desplantes y regaños que a veces les endilgan su propia familia. Esa que forjaron llenos de amor un día ya lejano y que hoy apenas les reconocen.

Nadie desconoce que esos venerables ancianos representan una fuente de sabiduría, de experiencia, de difusión de valores morales para el niño, la niña y los adolescentes. Y aunque en algún momento no coincidan sus patrones y tradición cultural con los de nuestros días, reiteramos que siempre puede haber un avenimiento en las concepciones, y que bien encauzada, la influencia de estos queridos viejos puede dejar una huella inestimable en la educación de las jóvenes generaciones.

Si la pareja tiene en las y los abuelos unos aliados para apoyarlos en la crianza y educación de sus hijas e hijos, no es cosa de desperdiciar, sino de aprovechar esas experiencias y la solicitud que les brindan a nietos y nietas, pues de hecho, constituyen un vínculo vital en la continuidad familiar. Ellos no solo pueden trasmitirles a sus nietos y nietas tradiciones familiares y expectativas, sino su inmenso cariño, atenciones y cuidados.

Nuestra cultura y nuestros valores se divulgan con frecuencia por conducto de los abuelos,mas que por los padres, pues el papel de los últimos está lleno de los rigores de la vida diaria. Los niños tienden a escuchar y a adaptarse fácilmente a los ancianos. Pero al ofrecer esta continuidad, estos harían bien en recordar que los menores asimilan más a través de la imitación que de consejos.

Para tratar de encontrar una identidad como madre y padre, algunos tratan de disociarse de su propio pasado, buscando empezar de cero o de empezar en limpio la formación de sus vástagos. El esfuerzo por ser diferente, la necesidad de emplear sus propios métodos, es loable e importante. Incluso considero que, a la hora de educar, no hay recetas, pero no pueden olvidarse los recuerdos de nuestra propia vida familiar, cuando éstos tienen la impronta de una familia cariñosa y de arraigados principios morales.

Esa fuerza intergeneracional parece quedar gravitando en nuestras vidas. De hecho, las experiencias de la niñez, las prácticas y costumbres que reconocemos provienen de nuestros padres y abuelos. No se olvidan nunca y, de alguna manera nos marcan como padres y madres cuando asumimos esa condición.

Las parejas jóvenes que están batallando con los problemas normales de la inexperiencia o de su propia separación en algunos casos, requieren del apoyo y la sabiduría de los abuelos; pero si estos quieren ayudar verdaderamente, harían bien en reservar sus opiniones para cuando se la pidan. Entonces sus ideas pueden ser discutidas, no como resoluciones ya formadas, sino como sugerencias capaces de ser adoptadas o descartadas por sus hijas e hijos.

Por suerte, el Código de las Familias que Cuba así lo ha reconocido y en su concepto de inclusión, alude también a tomar en cuenta a las personas en situación de vulnerabilidad y visibiliza el derecho de abuelas y abuelos que conviven con los nietos a relacionarse con éstos, tomando en cuenta, además, el valor de estas personas en la formación de las nuevas generaciones y la trasmisión de tradiciones y valores.

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