lunes, 8 de abril de 2024

Lidia, un pequeño organopónico y la vida dedicada al campo


Fotos: Rafael Fernández Rosell


Por Evelyn Corbillón Díaz 

Han pasado 42 años desde que Lidia Rodríguez Núñez llegó al campo para obtener remuneración por su trabajo, porque desde niña sabía todo de la tierra --o casi todo--, debido a la tradición familiar y a la dicha de nacer en una zona rural del pinareño municipio de Viñales.

Sus comienzos, en los lotes de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) República de Chile, fundada por Fidel Castro hace medio siglo, marcaron su personalidad y entrega a un oficio que no es fácil y deja huellas en la piel desde temprano.

Bien lo sabe ella, que “carga” arrugas hace tiempo, a pesar de protegerse del sol en cada faena; pero aun así no renuncia a sacar los mejores frutos de los canteros del organopónico de la comunidad República de Chile, donde labora hace casi 15 años.


Éramos 11 hermanos, uno ya falleció y todos trabajamos en el agro; algunos ya han cambiado de sector y ahora solo quedamos dos en estas faenas, explica.

A sus seis décadas y ante las tantas conquistas de las mujeres en Cuba, no admite prejuicios ni machismos, pues “esto es un trabajo como cualquier otro, para todas las mujeres que quieran”, asegura la hija de Plácido Rodríguez Rodríguez, presidente fundador de la CPA, la primera de su tipo en la isla.


Aquí guataqueo, limpio zanjas, siembro las semillas --junto a otra compañera--, porque los hombres que hay no saben, sonríe Lidia.

Quizás su sombrero pudiera contar tantas historias como ella misma, cubanísima; pero prefiere hacerlo pese a su timidez.

“Le di la mano a Fidel en una ocasión”, rememora y su rostro cambia, se torna suave ante el recuerdo. “Estábamos sembrando tabaco por el lado de la escogida, yo tenía 17 años, y llegó él; se detuvo allí y nos dijo que lo que más le gustaba de la CPA República de Chile era la juventud y el espíritu de su gente”.

Sin embargo, ya la fuerza de trabajo no es predominantemente de jóvenes en esa estructura productiva, sobre todo en el organopónico.

Lo que dicen es que el campo no lo quiere nadie; porque buscan otras opciones de empleo donde cobran más y la situación no está para ganar poco, lamenta.

“Tuvimos una época muy buena, cuando contábamos con el sistema de riego que lleva --señala-, y ahora el presidente de la cooperativa cada vez que tiene un poquito de petróleo nos lo da, nos prioriza; se hace mucho esfuerzo para producir.

Por eso aquí hay ajo puerro, cebollino, tomate, pimiento, col, rábano, lechuga, acelga china y española, refiere Rodríguez Núñez.

Aunque sus dos hijos tomaron rumbos diferentes en la vida --fisioterapeuta y maestra--, cada uno siente orgullo de la madre que no descansa para contribuir, desde un pequeño organopónico, con la alimentación de su comunidad.

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