domingo, 3 de marzo de 2024

La Capitana de vuelta abajo


Por Marilys Suarez Moreno

Cuando Antonio Maceo llegó triunfante a Guane, el 20 de enero de 1896, después de recorrer la Isla para llevar la insurrección a su extremo más occidental, el pueblo entero se congregó en las calles para acoger a la gloriosa columna encabezada por el Titán de Bronce.

Para una mujer en especial, la presencia de Maceo en Guane tuvo extraordinaria significación. Era Isabel Rubio Díaz, una mujer de baja estatura y sonrisa bondadosa, con un historial de vida que la engrandecía ante los ojos de su pueblo natal. Una pinareña bien conocida en la zona por sus méritos y aportes revolucionarios a la lucha emancipadora y Delegada desde 1893 del Partido Revolucionario Cubano en Paso Real de Guane.

La patriota estaba entre la masa de pueblo que recibió a Maceo, quien ese día le confirió a Isabel el grado de Capitana de Sanidad. Ocasión que ella aprovechó para incorporarse al Ejército Libertador “Hasta morir o alcanzar la independencia”, según sus propias palabras. Apasionada, tenaz, la pinareña no entendió más razones que las de la libertad y la independencia de Cuba.

Dos años después, el 12 de febrero de 1898, una columna enemiga asaltó el hospitalito mambí establecido en Seborucal, en el municipio de Los Palacios, en la más occidental provincia del país. La soldadesca española irrumpió en el pequeño dispensario, disparando a mansalva contra los que allí restaban hospitalizados.

La valiente Capitana de Sanidad que estaba al frente de aquel dispensario, trató de impedir que penetrasen en el local, protegiendo con su cuerpo la entrada, pero fue tumbada de un empellón y herida de bala en una pierna, mientras pasaban a cuchillo a casi todos los heridos y enfermos hospitalizados, presuntos mambises según la tropa enemiga.

A ella se la llevaron caminando hasta la localidad de San Diego, un largo trayecto en medio de las difíciles condiciones del terreno, máxime cuando su prisionera estaba herida y era una mujer de casi 60 años. Conducida en calidad de prisionera de guerra hasta Pinar del Río, fallecía tres días más tarde a causa de la mala atención recibida y lo avanzado de su edad. A su hermano, uno de los médicos más prestigiosos de la región le impidieron asistirla.

Valga decir que Isabel fue la única mujer entre los siete oficiales mambises que en la provincia pinareña ostentaron tal jerarquía. “Necesito practicar lo que propagué”, le dijo a su hijo, médico del Estado Mayor de Maceo, cuando intentó convencerla de que no debía marchar a la manigua dada su edad.

Incorporada a las filas guerreras, a sugerencia de Maceo Isabel Rubio fundó un hospital ambulante cerca de la localidad pinareña de San Diego de los Baños en el que colaboró una tropa de mujeres que la acompañaba en tan riesgosa misión.

Incontables fueron las ocasiones en que la Capitana de Sanidad se vio precisada a apelar a sui ingenio y creatividad para sacar de apuros al pequeño hospital de campaña que dirigía. Curaba a los heridos con plantas del monte y buscaba la forma de resolver los problemas que las condiciones de la guerra provocaban. Por dos años, su precario hospital se movió por la zona de operaciones, hasta el ataque enemigo narrado.

Los que pensaron que la sexagenaria mujer no resistiría los rigores de la contienda, se equivocaron. De complexión fuerte y recio carácter, la patriota pinareña nunca se dio por vencida ni ofreció muestras de cansancio. Por el contrario, nadie era más diligente y tenaz que aquella mujercita que Maceo incorporó a su tropa.

Nacida el ocho de julio de 1837, Isabel Rubio Díaz tuvo una sólida formación humanística y patriótica. La pinareña hizo mucho por la organización y dirección de los grupos independentistas en el extremo oeste de la Isla, encomienda que le había sido dada en Nueva York por José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, los tres jefes militares de la Guerra de 1895, por ello se solidarizó con la causa libertaria de Cuba desde el estallido de la primera gesta independentista, el 10 de octubre de 1868.

Madre de cuatro hijos, el matrimonio de una de sus hijas con un oficial mambí y la emigración de la pareja a Estados Unidos, finalizada la contiendas del 68, hizo que Isabel Rubio viajara frecuentemente a ese país, donde contactó con José Martí y sirvió de enlace entre los patriotas de dentro y de fuera de Cuba.

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