Por Marilys Suárez Moreno
La formación de prácticas correctas de higiene personal desde la más tierna infancia, no solo contribuye al fortalecimiento de la salud infantil, sino que permite el cumplimiento exitoso de otras tareas físicas e intelectuales.
De hecho, es preciso que padres, tutores y familia cumplan lo establecido en el horario de vida del niño o niña, pues resulta imposible exigir cuando se trastorna la correcta distribución del tiempo dedicado a los diferentes procesos que regulan la existencia infantil, tales como alimentación, sueño, vigilia, aseo y se refrieren tanto a las necesidades básicas o primarias mencionadas y que garantizan un bienestar individual, como a aquellos que tienen que ver con las relaciones del infante con el mundo: convivencia, orden, normas de respeto y cortesía, necesarios a lo largo de la vida para ingresar en un grupo o colectivo y acomodarse dentro del él.
Un hábito es una acción del individuo que, de forma voluntaria o involuntaria, llega a transformarse en una acción automática, rutinaria s inconsciente, que puede ser reflejo o no de ciertas situaciones. Muchas de estas costumbres suponen un problema momentáneo, o los causaran a largo plazo, durante el crecimiento del infante.
Los niños tienden a desarrollar determinadas conductas que repercuten particularmente en la dentición y estructuras orales y pueden actuar como factores causales del desarrollo de algunas mal oclusiones negativas para su crecimiento dental y óseo, aunque dichas malformaciones pueda estar potenciada o aliviada, según el tipo facial de la persona. Algunos de estos hábitos pueden tener base también en alteraciones de índole muscular, en especial en la forma y estructura de los músculos.
Si el aseo personal no se cumple cabalmente, los gérmenes nocivos penetran en la piel y proliferan con facilidad en el organismo humano. El bañó diario, la limpieza, bucodental y el lavado correcto de las manos, cuantas veces sean necesarias, son medidas indispensables para combatir las enfermedades. Igual importancia merece la higiene del cabello, la limpieza de las uñas y orejas y el cuidado de la ropa..
La formación de hábitos en las edades tempranas se logra mediante una adecuada organización de la conducta. Por supuesto, se precisa el papel del adulto en la adquisición que hacen los infantes de las costumbres favorables y efectivas: todo ello, de forma gradual. A medida que esos hábitos se vayan interiorizando, se irán haciendo más complejos y deberán satisfacer necesidades biológicas, psicológicas y sociales.
Los hábitos, las normas, los patrones de conducta, las rutinas, incluyendo la del estudio diario cuando vaya a la escuela, pautan la vida infantil tanto como un adecuado desarrollo emocional, indispensable para el pensamiento armonioso de la personalidad en formación.
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