Fotos: Oscar Alfonso Sosa
Por Roxana Hernández Puente Especial de la ACN para Mujeres
A sus 74 años la Máster en Ciencias Ela Ramona Orellana Pérez mantiene la sencillez y la pasión que por más de medio siglo le ha profesado a la enseñanza de la Matemática y a la formación de generaciones en la provincia de Sancti Spíritus.
Desde que de niña descubrió el magisterio, la reconocida académica, que aún hoy comparte sus conocimientos en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Eusebio Olivera Rodríguez, de este territorio central, nunca ha podido desprenderse de un amor que, sin proponérselo, la ha llevado a ser paradigma del sector en su provoincia y en Cuba.
La entrega del Premio Raimundo Reguera 2023 de la Sociedad Cubana de Matemática y Computación, además de convertirla en la primera espirituana que lo recibe, viene a coronar una vida dedicada al aula, a los números, a las gráficas y las ecuaciones, por más difíciles que parezcan.
¿Cómo llegó al magisterio?, indaga el equipo de reporteros y la mirada de Ela viaja a su infancia, al descubrimiento de las tizas y la pizarra, a la familia.
Aunque comencé la escuela primaria con nueve años, tuve muy buenas maestras que contribuyeron a fomentar esta vocación, subrayó desde su hogar en la capital provincial de Sancti Spíritus. Nosotros vivíamos en un lugar muy intrincado, en una finca del hoy municipio de Jatibonico, donde no había centros escolares cerca y en 1959, cuando triunfó la Revolución, fue que pude asistir a uno.
Mi madre, que tampoco fue a la escuela, me enseñó a leer y a escribir, yo leía mucho y a los ocho años completé mi primera novela, apuntó esta mujer querida y admirada por alumnos y colegas. La primaria, comentó, la terminé en tres cursos y ya con esa edad pedí irme para Pinar del Río porque quería ser maestra.
Al ver su interés sin límites, fue su profesora quien la puso a alfabetizar a las personas cercanas a su hogar, en el campo.
Y resultó una experiencia maravillosa, rememoró, porque eran vecinos muy mayores que ya no tenían habilidades prácticamente para escribir y tenía que ayudarlos todo el tiempo.
¿Eligió la Matemática o ésta la eligió a usted?
Hice la secundaria básica en la ciudad y tuve la oportunidad de ser monitora de Física, tenía una educadora de esa asignatura que me motivó mucho y es en ese momento que ofertaron las becas para estudiar la carrera en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, con doble especialidad, y como añoraba ser profesora de Física, elegí una que se combinaba con la Matemática.
Cuando salimos a las prácticas docentes la institución donde me ubicaron no daba Física y me proponen impartir Matemática, pero estaba muy preocupada porque carecía de las habilidades para vincular, por ejemplo, los contenidos con las situaciones cotidianas de la vida como podía hacerlo con la otra materia.
Sin embargo, en la fecha en que empiezo a enfrentarme a las aulas se estaba introduciendo en Cuba la teoría de los conjuntos y en la Escuela de Formación de Cuadros para la Agricultura muchos preguntaban para qué servía, algo que ni yo misma comprendía bien, hasta que vi que se trataba de un programa más ambicioso que necesitaba comenzar por ahí y desde entonces nunca más abandoné mi línea en la enseñanza de la asignatura.
En 1976, ya graduada, me fui a la filial del pedagógico de Santa Clara que radicaba en Cabaiguán y en ese lugar afiancé los vínculos con este mundo y con la formación de maestros de toda la provincia.
Formar profesionales de la pedagogía tampoco fue una elección
En 1983 se funda el pedagógico como institución independiente y tuve que asumir la responsabilidad de decana de la Facultad de Matemática, Física y Educación Laboral, lo que constituyó un reto mayor; con la participación de todos, logramos un claustro comprometido con la educación de los jóvenes y con el trabajo metodológico e investigativo.
Más recientemente, en 2007, volví a tener la posibilidad de asesorar la formación de Másteres en Ciencias de la asignatura hasta que me jubilé un año después.
Apenas dos meses luego de su retiro, Ela Ramona Orellana Pérez retornó a los claustros, esta vez a las aulas de preuniversitario: hace cinco años doy clases en el IPVCE, aseveró, y su certeza habla a las claras de una vocación que aún brota en cada palabra.
Alguien me preguntaba qué fue lo primero entre la Pedagogía y la Matemática y para mí fue la enseñanza porque a través de ella fui evolucionando hasta llegar a la asignatura que ha sido mi vida, afirmó.
¿Soñó alguna vez recibir tan importantes reconocimientos?
Mi primer galardón fue este propio año cuando el 20 de julio recibí el Premio Paradigma y pensé que esa era la mayor satisfacción. A partir de ahí comienza a hablarse de la propuesta para el Raimundo Reguera, de la Sociedad Cubana de Matemática y Computación, algo que considero tiene más que ver con los años dedicados a la materia, porque en la provincia hay muy buenos educadores.
¿Qué ha significado el magisterio para usted?
Mi vida la he entregado a esta profesión, a la educación de mis hijos que siguieron el camino de la pedagogía. Disfruto el trabajo con los jóvenes. En ocasiones, una va a dar clases en momentos muy difíciles desde el punto de vista personal como la enfermedad y la muerte de mis padres, sin embargo, cuando entro al aula todo se olvida.
Y sin que sea un cliché, si volviera a nacer, sería maestra, soy muy feliz cuando veo el interés de los alumnos por la asignatura, cuando no quieren que termine la clase o se les va el tiempo porque empiezan a indagar y esos instantes, para mí, son los más importantes.
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