Por María del Carmen Mestas
Porque tienen la magia de lo que nunca muere, las coplas de Violeta Parra vuelan por la tierra y los cielos. Su música nacida de los jardines humanos ha imantado a varias generaciones de poetas y músicos en América Latina y otros países del mundo.
Nacida el 4 de octubre de 1917, en San Carlos, al sur de Chile. Su padre fue el profesor de música, Nicanor Parra y Clarisa Sandoval, campesina, la madre. La Viola, como luego se llamó a la artista, hizo sus primeras composiciones a los 12 o 13 años.
A los 21, ya madre de Isabel y Ángel, canta en boliches, circos…Durante esa etapa de fragua crea corridos, boleros, tonadas, valses…
La cantautora comenzó a desenterrar la auténtica música chilena con lo que hizo renacer el folclore. Cultivó las más ricas expresiones: décimas, cantos a lo divino, cuecas, tonada, velorio de angelitos…
Comienza a ser reconocida y ofrece un exitoso recital en casa del poeta Pablo Neruda. Ávida de conocimientos viaja por distintas regiones del país. En ese afán investigativo, convivió con los indios, los mapuches, los mineros, la gente más humilde…Para ella, Chiloé fue un recuerdo imborrable. Su labor es premiada con el Caupolicán, Premio a la Folclorista del Año. En Polonia, asiste al Festival de la Juventud y los Estudiantes. Estuvo en la Unión Soviética y dos años en Francia.
En 1957, fue directora fundadora del Museo de Arte Popular de la Universidad de Concepción.
Expone en 1964, sus maravillosas arpilleras trenzadas en la ternura y también óleos, pinturas y esculturas en alambre en el Museo del Louvre. Es la primera vez que una artista hispanoamericana logra exhibir una muestra individual en esa institución. Sus hijos siempre la acompañaron en esas andanzas por el mundo creando arte, mostrando la cultura de Chile.
Ella fue rebeldía, la protesta contra la explotación. Compuso las más sentidas canciones y, entre sus títulos, figuran: No habiendo como la naire, La paloma ingrata, Mazúrquica modérnica, Corazón maldito, Tres cuecas punteadas, Parabienes al revés, Casamiento de negros, Hace falta un guerrillero, Me gustan los estudiantes, Rin del angelito, Maldigo del alto cielo, Arauco tiene una pena, Y arriba quemando el sol, entre otras.…
Verdadera innovadora de la música popular chilena, Violeta hizo grabaciones muy importantes como la realizada en 1954, en la Fonoteca Nacional del Musée de L’Homme, en la Sorbona.
Gracias a la vida, está considerada como una de las canciones más trascendentales que se hayan escrito. La creó en su último refugio La Carpa de la Reina donde muere en 1967.
La Viola, la Violeta Chilensis,”la vendimiadora ardiente de ojos negros”, como la definió su hermano el poeta Nicanor Parra, vive en el alma de su pueblo.
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