martes, 19 de diciembre de 2023

La Capitana de Occidente


Por Marilys Suarez Moreno

Seguidora de los planes insurreccionales de José Martí, con quien llegó a entrevistarse personalmente en Nueva York, en 1895, María Isabel del Rosario Rubio Díaz se destacó entre las mujeres que buscaban la independencia de Cuba del yugo colonial español.

Nacida el 8 de julio de 1837 en Paso Real de Guane, Pinar del Río, en el seno de una familia adinerada, la joven recibió determinada instrucción y conocimientos de Medicina y farmacopea que le permitieron establecer una farmacia y, a posteriori, prestar inestimable ayuda a las huestes mambisas que combatían en el Ejército mambí en los días de la llamada Guerra Necesaria, aunque ya lo había hecho al inicio de la Guerra de los Diez Años, no obstante las limitaciones de aquella contienda en Occidente.

Al emigrar a Cayo Hueso una de sus tres hijas, casada con un coronel veterano de la primera guerra, se le facilitó a Isabel efectuar viajes a dicho lugar, que le sirvieron para vincularse con destacados patriotas en la emigración, entre ellos, el propio Martí.

De regreso a Cuba, la patriota pinareña se reincorporó a la lucha, aun con dolorosos problemas personales, como el fallecimiento de una de sus hijas, y de salud, que no pudieron quebrantar su ánimo e incrementó sobre ella la persecución de las autoridades coloniales.

El 26 de enero de 1896, cuando el Lugarteniente General Antonio Maceo llegó triunfante a Guane, al frente de su columna invasora, después de recorrer la Isla para llevar la insurrección hasta el Occidente del país, una anciana de baja estatura y sonrisa bondadosa se adelantó de entre la masa de pueblo para darle la bienvenida. Era Isabel, la mujer que desde 1893 fungía como Delegada en la localidad del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí en los Estados Unidos un año antes.

Fue un día de extraordinaria relevancia en su vida, pues el propio Maceo le confirió el grado de Capitana de Sanidad del Ejército Libertador, ganado por su incorporación al movimiento conspirativo y sus muchos meritos revolucionarios. Su casa había sido centro de la conspiración más grande de la provincia y uno de sus hijos llegó a alcanzar las estrellas de coronel en el Ejército Libertador.

Su incorporación a las huestes insurrectas era hasta “vencer o morir”, según dijo a su hijo, quien trató de persuadirla, dado sus años y padecimientos. “Necesito practicar lo que propagué”, le dijo a éste, médico del Estado Mayor de Maceo. Y marchó a la guerra.

Incorporada a las filas guerreras con casi 60 años, a sugerencia de Maceo Isabel Rubio fundó un hospital ambulante cerca de la localidad pinareña de San Diego de los Baños en la que colaboró una tropa de mujeres que la acompañaba en tan riesgosa misión. La Capitana era la única mujer entre los siete oficiales mambises que en la provincia pinareña ostentaron tal jerarquía.

Los que pensaron que la sexagenaria mujer no resistiría los rigores de la contienda, se equivocaron. De complexión fuerte y recio carácter, la patriota pinareña nunca se dio por vencida ni ofreció muestras de cansancio. Por el contrario, aquella mujercita que Maceo incorporó a sus tropas, se mostro diligente y tenaz todo el tiempo

Durante la segunda campaña de Pinar del Rio, Isabel recorrió más de 150 kilómetros para prestar servicios sanitarios a la tropa independentista e incontables fueron las ocasiones en que la Capitana de Sanidad se vio precisada a apelar a su ingenio y creatividad para sacar de apuros al pequeño hospital de campaña que dirigía.Curaba a los heridos con plantas del monte y buscaba la forma de resolver los problemas que las condiciones de la guerra provocaban.

Desde hacía un tiempo, la Capitana era objeto de una constante persecución por parte de las guerrillas españolas que sabían de su presencia en la zona. Finalmente, consumaron el ataque al pequeño hospitalito que dirigía, el 12 de febrero de 1898.

La valiente mujer trató de impedir con su cuerpo que penetrasen en el rustico bohío que les servía de enfermería, y grito: “No tiren, somos mujeres, niños y enfermos”, pero una descarga la hizo caer con una pierna destrozada, mientras pasaban a cuchillo a casi todos los heridos, presuntos mambises según aquellos hombres.

Como era costumbre entre las tropas enemigas, a ella se la llevaron hasta la localidad de San Diego, obligándola a caminar el largo trayecto en medio de las difíciles condiciones del terreno, sin respetar su edad, sexo ni que estaba gravemente herida Conducida en calidad de prisionera de guerra hasta la capital provincial, fallecía tres días más tarde a causa de la gangrena que minó su herida y la mala atención recibida. A su hermano, uno de los médicos más prestigiosos de la región le impidieron asistirla.

La Capitana de Sanidad y la más destacada mambisa de Vuelta Abajo, la mujer que participó en la fundación de hospitales de campaña para las tropas insurrectas en diferentes puntos del territorio pinareño, pidió a sus captores antes de morir y como primera voluntad que la enterraran con el uniforme de las tropas mambisas del Ejército Libertador.

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