Por Lianne Garbey Bicet
Querida amiga,
En estos tiempos en que el ruido parece abrumar la verdad, me veo impulsada a escribirte estas líneas, no sólo como un gesto de solidaridad, sino como un llamado a la acción. Es fácil perderse entre las sombras del silencio, pero quiero recordarte el poder inquebrantable que yace en el núcleo de nuestra voz.
Tu palabra es tu fuerza más valiosa. Es el puente entre tus pensamientos y el mundo; es lo que te permite definir tu espacio, tus límites y tus sueños. No hay acto de violencia, física o emocional, ninguna situación injusta o menosprecio que deba ser acogido en silencio. El silencio, aunque a veces es refugio, muchas veces es también la celda que nos encierra en la impotencia.
Levanta tu voz, querida amiga, no sólo para ti, sino para todas aquellas que aún no encuentran el camino para hacerlo. La palabra es nuestra herramienta más potente para erradicar la oscuridad de la ignorancia y del abuso. No permitas que el miedo te silencie, porque cada palabra que pronuncias puede ser el faro para alguien que está perdido en la tormenta.
Y qué momento más propicio para recordarte esto que en el Día Mundial de la Palabra. Este día simboliza nuestra capacidad para cambiar el mundo a través del diálogo, de la comunicación y del entendimiento. Cada vez que eliges hablar, eliges participar en la construcción de una realidad más justa y equitativa. Sigue el ejemplo de quienes, a través de la historia, han encontrado en el lenguaje una herramienta de emancipación y expresión.
La palabra, querida amiga, es el vehículo de nuestro progreso. A través de ella, las mujeres han reclamado su lugar en la mesa del diálogo, han compartido sus historias y han tallado caminos hacia la igualdad. Más que un mero medio de expresión, se ha convertido en un refugio de resistencia, un espacio seguro para desafiar las narrativas dominantes y sembrar las semillas de un futuro más seguro e inclusivo para nosotras.
Reflexionando sobre el pasado y observando nuestro entorno, se hace evidente que las mujeres hayan utilizado la palabra para educar y ser educadas, para liderar y para seguir creciendo. Desde la educación temprana hasta los estrados universitarios, desde las juntas directivas hasta las asambleas comunitarias, las palabras de las mujeres resuenan con la autoridad de la experiencia y la profundidad de la sabiduría adquirida no solo en las aulas, sino en la vida misma.
En estos tiempos recientes, el impacto de las mujeres a través de sus palabras es más visible que nunca. Las palabras han servido como puentes que unen culturas y personas, como gritos de batalla por la justicia social, o como susurros de consuelo para aquellos en dolor. Mujeres de todas las edades, etnias y creencias han elevado sus voces para impulsar cambios, denunciar injusticias y celebrar los avances hacia un futuro más inclusivo.
La relevancia de la palabra en la vida de las mujeres es inmensurable, especialmente al considerar cómo históricamente se nos ha forzado al silencio. Romper con este silencio, hablar en contra de la opresión y la discriminación, con la fuerza de nuestras convicciones, se convierte en uno de los actos más revolucionarios y transformadores.
En este Día Mundial de la Palabra, recuerda siempre que tu voz es esencial, única y poderosa. Ella es capaz de abrir caminos, de abogar por la justicia, de consolar y de inspirar. No permitas que nada ni nadie la silencie. En cada palabra que pronuncies, hay un eco de libertad, un susurro de cambio y una melodía de esperanza.
Que tus palabras sigan siendo tu estandarte en la lucha por un mundo más justo y equitativo. Que cada sílaba que articules sea un reflejo de tu valor, sabiduría y amor. Las palabras que compartes hoy son semillas que florecerán en el corazón de aquellos que las escuchan.
Junto a todas las mujeres que, a través de los siglos, han alzado su voz, te animo a seguir hablando, escribiendo y soñando. Que tus palabras sean la luz que guíe a las generaciones futuras, mostrando compasión y entendimiento.
Con amor y admiración, te envío un abrazo lleno de gratitud y reconocimiento, que nuestras voces unidas sigan construyendo un mundo donde cada palabra sea celebrada, respetada y atesorada.
Con todo mi cariño,
Lianne Garbey Bicet.
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