Fotos: María Montenegro
Por Lianne Garbey Bicet
La contrabajista Olivia Rodríguez se erigió en el escenario de la quinta edición del festival Habana Clásica, personificando un pilar de pasión y precisión. En cada presentación, sus dedos danzaban sobre las cuerdas de su robusto instrumento, cada nota resonando en lenguaje secreto con la audiencia. Su presencia era una fusión de fuerza y delicadeza, su cabello rojo un destello de color en la penumbra.
Su participación en el evento fue un encuentro con lo desconocido, una incursión en la música árabe que prometía tanto desafío como descubrimiento. Desde el anuncio de su repertorio y sus compañeros de escena, afrontó este nuevo horizonte con una mezcla de emoción y curiosidad.