Por Marilys Suárez Moreno
La barbarie sionista parece no tener fin y las cifras así lo demuestran. Hoy pasan de 41.000 las muertes, la mayoría niños y mujeres entre el pueblo palestino que residen en la Franja de Gaza, cuyas ciudades han sido devastadas y más de un millón de sus habitantes han sido forzados a desplazarse en busca de una mayor sobrevivencia.
El clamor internacional también aumenta, incluso entre el pueblo israelí que pide la dimisión de su primer ministro Benjamín Netanyahu y su gobierno de extrema y ultra derecha, quienes ponen oídos sordos a la resonancia mundial.
La rabia, el desprecio racial y la sed de venganza del Estado sionista busca arrasar con Gaza y sus ya diezmados habitantes. Aunque en el mundo continúan alzándose las voces condenando la barbarie y pidiendo el cese del genocidio que acaba con la vida de niños, mujeres, ancianos, civiles inocentes, Israel sigue desconociendo ese clamor universal y perpetúa su política de arrase contra los gazatíes y el resto de los habitantes de territorios ocupados ilegalmente en la Cisjordania, negándoles incluso la más mínima ayuda humanitaria para paliar el hambre, la sed y las carencias de todo tipo que sufren sus habitantes.