lunes, 3 de marzo de 2025

Manos de mujer impulsan la zafra en Camagüey


Fotos: Rodolfo Blanco Cué

Por Yadira Núñez Figueredo

En el central Carlos Manuel de Céspedes, en Camagüey, las mujeres constituyen pilar esencial, pues comparten el mismo sentido de pertenencia, el compromiso y la voluntad de impulsar uno de los programas más importantes del territorio: la zafra azucarera.

Miriam Marrero Brizuela, con 40 años de experiencia en decisivos cargos como Química del Agua e Inspectora de Calidad, además de otras tareas en la Sala de Eficiencia, ha dejado su impronta en ese colectivo de mujeres consagradas.

A los 20 años, refiere, comenzó sus primeros pasos por el ingenio, con la intención de realizar su servicio social, aunque poco a poco encontró en ese lugar la oportunidad perfecta para materializar su profesión a gusto y con el orgullo que distingue a los trabajadores del sector.

En medio de carencias y limitaciones, cada día constituye un desafío, pero ¿ qué no somos capaces de lograr las mujeres cuando nos proponemos algo ?, afirmó, y destacó entre sus principales funciones la de analizar las calderas de 400 libras de presión y las aguas de la fábrica ante cada molienda.

Se trata, señaló, de una labor muy importante porque de ella depende que no existan corrosiones ni incrustaciones en las tuberías, que las aguas sean blandas y se recupere la mayor cantidad de ese vital líquido para garantizar su uso en la contienda.

Incansable es cada turno de trabajo, comenta, en especial, durante los meses de reparación del central, único que producirá azúcar este año en la provincia.


Sin embargo, Miriam es de las incansables y de las dispuestas a cumplir con el deber, poniendo por delante el sacrificio como lo hacía desde que sus hijos eran muy pequeños y los dejaba al cuidado de sus abuelos para ir a cortar caña.

El ingenio debe procesar en esta zafra más de 23 mil toneladas, aunque los 60 años de edad le recuerdan a Miriam que es momento para hacer una pausa en el camino y dedicarle tiempo ahora a su familia, esa que, desde la retaguardia, la ha apoyado para cumplir con el trabajo.

En el batey, muy cercano al central, vive ella, quien ha aprovechado estos últimos años de labor para transmitir su experiencia a las nuevas generaciones, convencida de que la jubilación no es definitiva, pues siempre sentirá la necesidad de regresar a la planta industrial en la que pudo realizarse profesionalmente y contribuir con sus modestos esfuerzos a la producción azucarera.

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