Por Marilys Suárez Moreno
La conocí mientras estudiaba la carrera de Periodismo en la Facultad de Artes y Letras, adscrita a la Universidad de La Habana. Era habitual toparse con ella pasado el mediodía, cuando se encaminaba a su clase, cargada con un proyector, diapositivas, libros y pinturas. A veces algún estudiante de su curso la ayudaba, o alguien de paso por aquel gran vestíbulo. Un breve ¡buenas tardes, Doctora! y ambas seguíamos el camino de nuestras respectivas aulas.
Confieso que, en alguna que otra ocasión, me paré fuera de su clase para escuchar alguna de las magistrales conferencias en que resultaban sus materias y que muchas veces me pregunté cómo hacia esa maestra para atraer a un estudiantado orgulloso de sus lecciones y ávido de escucharla.
Era una mujer menuda, de temperamento nervioso y ágil en sus movimientos, pelo corto y canoso y asombrosamente activa para los muchos años que ya tenía. Tengo entendido que traspasó el umbral de los 94 años siendo considerada una de las figuras paradigmáticas de la enseñanza en Cuba.
Y sí, el recuerdo de hoy es para María del Rosario Novoa Luis, Heroína del Trabajo de la República de Cuba, Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana, Doctora en Filosofía y Letras y Ciencias Pedagógicas, Profesora Consultante y Profesora Titular de Historia del Arte, entre otros muchos títulos y saberes acumulados a lo largo de más de seis décadas de sostenida enseñanza.
La instrucción le entró por los poros desde muy pequeña, dijo alguna vez. Fue deseo que, con el decurso de los años, la hizo convertirse en maestra, profesión que nunca abandonó y de la cual llegó a ser pionera en la enseñanza de la Historia del Arte en la Universidad de La Habana.
Nacida en el Mariel el 11 de diciembre de 1905 y fallecida el 24 de igual mes en 2002, fue una relevante personalidad de la educación y la cultura en Cuba y como tal fue reconocida siempre.
Maestra de maestros, título alcanzado por sus seis décadas ininterrumpidas en la docencia universitaria, la Novoa --como la llamaban muchas personas en la academia y el alumnado--- dictó numerosas conferencias sobre arte oriental, chino e islámico y fue la persona que programó y entrenó a las primeras cuatro instructoras de arte, cooperando asimismo en la fundación de las Brigadas de Apreciación de las Artes Plásticas que, a propuesta suya, llevaron el nombre de Arístides Fernández.
Impartió, asimismo, cursos de su especialidad Historia de las Artes Plásticas y prestó servicios en el Instituto Superior Pedagógico de Ciudad Libertad. Conocedora del Arte Colonial Americano, fue, asimismo, la primera profesora en iniciar la experiencia de los cursos por televisión como profesora de Arte Medieval, entre 1973 y 1974.
Muchos cursos, conferencias extracurriculares, clases magistrales, colaboraciones, estudios y textos sobre el arte en todas sus manifestaciones rubrican la existencia pedagógica de la Doctora Novoa, imposible de reseñar en unas pocas líneas.
Mujer de temple y fuerte carácter, la Doctora Rosario Novoa --aseguraba su alumnado-- era una devota de la autenticidad y la verdad en todas sus manifestaciones, una profesora a tiempo completo dentro y fuera del aula y un exponente representativo de la intelectualidad cubana de todos los tiempos.
Una maestra que nunca dejó de soñar y que, se dice, borró el elitismo en la Colina Universitaria cuando asumió con singular audacia el proyecto de universalizar la enseñanza superior.
En fin, una mujer polémica, quizás, en muchas de sus concepciones sobre el arte; innovadora y batalladora, como demostró para introducir en Cuba los estudios sobre arte africano; pero, a no dudar, una entendida en cada una de las materias que ejercía y una trabajadora incansable a quien la vida le parecía poca y corta para entregar su amor al magisterio y al arte en sus muchas manifestaciones.
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