Por Marilys Suárez Moreno
Nunca tuvo más futuro que los golpes, los encadenamientos, el cepo al que la sometían sus amos y mayorales por sus supuestas desobediencias. Pero ella era una mujer orgullosa y digna que nunca soportó callada los abusos a que eran sometidos los suyos por el mero hecho de ser negros y esclavos. Y un día se rebeló, prefirió morir libre, pero luchando.
Aquel domingo, los tambores repiqueteaban más fuertes que nunca, llevando su mensaje de guerra. Era un llamado a la sublevación, a la lucha contra aquellos esclavistas, cuyos látigos inmisericordes marcaban sus espaldas y los machetes ya estaban templados para ir tras el mayoral de Triunvirato y su saquito de opresores, como habían acordado.
Ellas y ellos sabían de castigos inhumanos, del cepo y los grilletes en los tobillos, y sus carnes acusaban heridas y cicatrices que no sanaban nunca, pues las torturas se repetían una y otra vez de manos de aquellos que llamaban el Mayoral o Capataz.
Por eso, los ojos oscuros y profundos de la esclava de origen lucumí, Carlota que encabezaba la rebelión, ardían como carbones aquella noche del 5 de noviembre de 1843. Iba descalza y en sus manos blandía un filoso machete. Se decía que era audaz, valiente y tenía dotes militares. ¡Muerte, fuego, libertad! Eran las palabras que, según se cuenta, gritaban.
La sublevación que capitaneaba junto con otros esclavos de la dotación de Limonar, en la occidental provincia de Matanzas, requería del factor sorpresa y del rápido desplazamiento de los involucrados.
Una insurrección que logró extenderse hacia otros ingenios y cafetales cercanos y que finalmente fue ahogada en sangre, pero pasó a la historia como la rebelión del Triunvirato.
Y hacia allí se dirigieron los alzados aquel día, con el propósito de liberar también a Fermina, otra esclava encerrada en un calabozo con grilletes en los tobillos y las carnes desgarradas por los latigazos y quien era considerada una negra demasiado insumisa por sus ideas y luchas.
A su paso y desplazamiento por los ingenios y cafetales de la zona, se iban sumando los negros de otros palenques y barracones. La avanzada de Carlota y sus acompañantes fueron finalmente sitiadas y cercados en un monte, donde todos fueron masacrados.
La mayoría de los que pudieron escapar se capturaron en los siguientes días, y la sublevación de Triunvirato fue abortada a sangre y fuego. La tradición oral cuenta que hubo varias ejecuciones extrajudiciales, entre ellas, la de la propia Carlota, a quien ataron a caballos briosos que tiraban en sentido contrario, hasta descuartizar su cuerpo.
Carlota devino nombre y símbolo de la esclava audaz y aguerrida que tuteló un levantamiento negro en Matanzas hace 181 años, una fecha que signa la historia de esta mujer negra que trascendió a la contemporaneidad como la imagen cimera de una operación militar, la de Cuba en Angola.
Deuda y homenaje a la insurrecta heroica que fue capaz de soliviantar a los esclavos de las diferentes dotaciones matanceras en un intento por romper las cadenas que los avasallaban
En tributo a ella, la Misión Carlota se inició el 5 de noviembre de 1975 con el envío del primer contingente militar cubano a tierras angolanas.
Cuba respondía así a la solicitud del Presidente Agostinho Neto, a fin de enfrentar una situación que ponía en riesgo la proclamación de independencia de Angola, prevista para ese mes y año.
Más de 450 000 nacionales entre civiles y militares tomaron parte en aquella operación, protagonizando heroicas jornadas de lucha, altruismo y solidaridad, en defensa de un continente que les era tan cercano en sus raíces como lejano en su geografía.
La presencia femenina en esta misión, canalizada a través de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) no solo fue notable sino de gran valor e importancia en los frentes civiles y militares.
Fue Vilma Espín, Presidenta de la FMC, quien con su visión y sensibilidad de siempre, adelantó que las mujeres estarían prestas a cumplir cualquier misión internacionalista.
Una historia de participación en todas nuestras huchas y guerras, avalaban su integración a la Operación Carlota. Con su ejemplo, amor y ternura ellas ratificaron las palabras de Fidel entonces “Si hiciera falta un millón de cubanas, un millón de cubanas estarían dispuestas a marchar a cumplir esta misión internacionalista”.
La simbólica Misión, no solo propició la derrota de las fuerzas sudafricanas y la consecuente firma de los acuerdos de Nueva York en diciembre de 1998, sino devino hazaña heroica; una proeza de las y los combatientes internacionalistas cubanos que hicieron posible salvar la independencia e integridad territorial de la República Popular de Angola, contribuyendo, además, a la eliminación del apartheid y a la independencia de Namibia.
Hoy Carlota es símbolo de rebeldía, independencia, heroicidad y su nombre dotó de gloria a la Operación militar cubana en Angola y a las decenas de cubanas, tan valientes y audaces como la Carlota que las refrendaban.
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