Por Marilys Suárez Moreno
Nunca tuvo más futuro que los golpes, los encadenamientos, el cepo al que la sometían sus amos y mayorales por sus supuestas desobediencias. Pero ella era una mujer orgullosa y digna que nunca soportó callada los abusos a que eran sometidos los suyos por el mero hecho de ser negros y esclavos. Y un día se rebeló, prefirió morir libre, pero luchando.
Aquel domingo, los tambores repiqueteaban más fuertes que nunca, llevando su mensaje de guerra. Era un llamado a la sublevación, a la lucha contra aquellos esclavistas, cuyos látigos inmisericordes marcaban sus espaldas y los machetes ya estaban templados para ir tras el mayoral de Triunvirato y su saquito de opresores, como habían acordado.