Por Marilys Suárez Moreno
Melisa empieza el prescolar este lunes y como la mayoría de las niñas y los niños de su edad, ha estado esperando con ansias que llegue el 2 de septiembre para ir a la escuela. Es su primera vez y ya tiene listo el uniforme y la mochila que estrenará también, regalo de su abuela.
La entrada a una escuela el primer día de clases refleja las más disímiles reacciones, no siempre tan felices como la que demuestra la pequeña Melisa, una niña alegre y dispuesta, pero preparada requetebién por el Círculo y su familia.
Esta última, resulta clave en la disposición psicológica y emocional del infante para su entrada a las aulas. Esa predisposición favorable la lograrán los padres a medida que disponen a sus hijos e hijas para el gran acontecimiento.
La escuela, con sus actividades, deberes y colectivismo, constituye la primera gran responsabilidad en la vida infantil, pues sitúa al infante prescolar ante numerosos problemas de ajuste social.
La manera en que se produzca la entrada al colegio, depende de su madurez emocional, adquirida previamente, lo que demanda de un proceso de adaptación complejo y delicado y de cómo la asuman sus padres y demás familiares.
La incorporación a la escuela es un hecho transcendental en la vida infantil, pues le plantea exigencias y tareas que requieren de grandes esfuerzos y que significan un cambio total en su vida.
Las conductas infantiles durante el primer día de clases, y a veces en las semanas sucesivas, son el resultado de todo un período anterior de elaboración y constituyen más que una prueba para el menor, un merecimiento al trabajo desarrollado por la familia en la casa.
Un pequeño prescolar preparado de antemano para ese gran momento, enfrentará esta nueva vida feliz y de seguro será capaz de superar las dificultades que comúnmente surgen en los primeros días de clases.
De ahí, la necesidad de crearle una imagen positiva de su escuela, enalteciendo la figura del maestro, despertando su entusiasmo por las actividades que compartirá a partir de ahora con su grupo del aula y lo mucho que aprenderá en su formación escolar.
Pero no todas las familias cuidan esto y utilizan la escuela para intimidar al majadero o al reacio a asistir a clases, creando de antemano un sentimiento de rechazo en el niño o la niña hacia la iniciación escolar.
Lo conveniente es ajustar la vida hogareña para que responda a las nuevas obligaciones que deberá asumir a partir de ahora, lo cual ha de ser empeño prioritario de la familia en su conjunto. Lograrlo, más que una prueba para el infante prescolar, es un merecimiento al trabajo desarrollado por los adultos de la casa.
Por eso y desde un sentir colectivo, social y cultural, este septiembre que ya casi echa a andar, anota en el pizarrón de sus pequeñas vidas una palabra que debe de resultar mágica a partir de ahora: Educarse, formarse para la vida, crecer como persona de bien.
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