Texto y fotos: Lubia Ulloa Trujillo Especial de la ACN para Mujeres
Marjoiris Valdés Domínguez lleva, por coincidencia, los apellidos de Fermín, a quien la lealtad lo unió como el más íntimo amigo de José Martí.
Quiso esa casualidad que, ella, al igual que Fermín, se especializara en una de las ramas de la Medicina y refrendara en la práctica la plena igualdad de derechos en la sociedad cubana.
Esta hija de la provincia de Las Tunas, pero que se consagró al municipio de Majagua, en Ciego de Ávila, reafirma el empoderamiento de la mujer en el proceso de desarrollo del país.
Su accionar en el sector de la Salud Pública y también en las labores agrícolas, otro de los frentes importantes para el bienestar del pueblo, le merecieron ser una de las 16 delegadas de la provincia avileña al XI Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, con sede en La Habana, el venidero mes de marzo.
En esa cita, que estoy segura será enriquecedora en el plano personal y profesional, expondré mi experiencia, aunque al igual que yo hay cientos de miles de mujeres en el territorio nacional que se desdoblan en más de una función, no solo por necesidad, sino también, por placer y porque saben cuán importante es el aporte que se realiza, dice la China, como la identifican los más allegados.
Aunque por estos días pedí una licencia sin sueldo en mi puesto de labor como Licenciada en Prótesis Dental en el policlínico de la localidad para dedicarme a limpiar de marabú las 45 hectáreas que recibí como usufructuaria, no quiere decir que me desatienda de mi profesión universitaria; las compañeras del departamento saben que aquí estoy si lo necesitan, comenta y en su mirada hay transparencia.
Esta mujer es una de las poco más de 600 avileñas favorecidas con la entrega de tierra en usufructo hasta la fecha en la provincia, y como se dice en buen cubano le ha metido el pecho a la tarea, porque ha sido a fuerza de hacha y machete que va transformando esos campos para cubrirlos de cultivos varios.
“Mi familia, pues he involucrado a mi hija, yerno, primos, primas y tíos, sabemos que no hay combustible para desbrozar ese arbusto espinoso, por tanto, no demoramos más y ya contamos con unas cuantas hectáreas libres que pronto sembraremos de yuca, plátano, malanga, otras viandas y frijoles”.
Antes de recibir esas 45 hectáreas, Marjoiris labraba un pedazo de tierra en la finca de una amistad, donde logró cosechar frijoles, yuca, plátano y maíz para su autoabastecimiento, aportar a Acopio y regalarles a sus vecinos, que tanto la quieren.
La realidad es que no puedo ver un terreno vacío, lo heredé de mis padres, razón para contar en mi patio familiar con carneros, conejos, cerdos, gallinas y matas de frutas, alega y la sonrisa se dibuja en sus labios y los ojos se convierten en dos pequeñas líneas en el rostro.
Considero que nuestra participación en la economía, la cultura, la política y las ciencias contribuye al desarrollo de la sociedad, pero, también, se han eliminado brechas discriminatorias en la relación con los hombres, refiere la protagonista de este artículo, quien disfruta haberse convertido recientemente en abuela.
“Sin la mujer, la obra ingente de la Revolución no habría sido posible, dijo el Comandante en Jefe Fidel Castro en una ocasión, las que piensan como yo, en avanzar, lo hemos demostrado, la fuerza que poseemos es imposible de medirla, lleva mezcla de amor, firmeza y confianza en que sí se puede alcanzar lo que nos propongamos”.
No existe prácticamente una actividad en la sociedad cubana en que, de una forma u otra, no esté presente la mujer, incluso aquellas que se consideran casi patrimonio de los hombres como la guerra y la defensa contaron y cuentan con valiosas representantes.
Esa realidad la dignifica Marjoiris, la tunera devenida avileña, que lleva por apellidos los del mejor amigo del Héroe Nacional de Cuba, quienes lucharon por la plena igualdad de la especie humana. (Lubia Ulloa Trujillo, ACN)
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