sábado, 25 de noviembre de 2023

La dimensión de un héroe

Tomada de Granma

Por Marilys Suárez Moreno

Fue en 1955 que Fidel y otros revolucionarios cubanos arribaron a la hermana nación azteca. Fue en México también donde se prepararon para la epopeya redentora que iban a emprender. En las aguas del rio Tuxpan, a bordo del Granma, se tejió el prólogo libertario del hombre que, fiel a sus ideas, cumplió su compromiso de ser libres o mártires.

La salida del Granma del puerto veracruzano de Tuxpan se produjo el 25 de noviembre de 1956. Por coincidencia histórica, ese mismo día de noviembre, pero de 2016, falleció Fidel Castro Ruz, el hombre que se autotituló revolucionario porque razones, convicciones y derechos tenía para hacerlo, como supo demostrarlo toda su vida.

No existe calificativo alguno capaz de dimensionar en toda su grandeza la figura del hombre que es considerado por muchos el estadista más importante que ha tenido el continente latinoamericano en más de 200 años de independencia formal. Un Fidel que parece revivir cada día, más actual que nunca y con toda su potente influencia política y de hombre heroico y visionario.

Su muerte conmocionó a su pueblo y al mundo, conocedores de que Fidel es y será siempre Cuba, desde aquellos días de su temprano liderazgo en la Universidad, cuando levantó en armas a una joven generación de jóvenes empeñados en no dejar morir al Apóstol en su centenario.

El hombre que cambiaría el rostro de su país y de muchas otras naciones en el continente, es, sin dudas, una de las figuras históricas más grandes del siglo XX y los primeros lustros del XXI.

Reconocido y respetado aun por sus enemigos, el Fidel de los cubanos y las cubanas parece trasmitirnos, en su obrar imperecedero, esa fuerza viva que lo caracterizaba y que siempre nos asombraba con su ejemplo y enseñanzas de dignidad y decoro.

Presente en el trabajo, las tempestades o entre las balas, era también el héroe de Girón, el estadista sosegado de la Crisis de Octubre y el estratega devenido referente en África.

Un líder de visionario pensamiento y ética encomiable, que al igual que el Cid Campeador sigue ganando batallas y palpitando en cada latido de su patria, que siempre lo tiene presente.

“Amamos en ti a la Patria”, escribió Vilma Espín en carta dirigida a Fidel, en ocasión del 70 cumpleaños del líder revolucionario. “Y es que sin su presencia y su obra no pudiéramos exhibir los logros que hoy sintetizan el rol de la mujer”, diría tiempo después Teresa Amarelle Boué, la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, al destacar que en 1959 Fidel cambió la historia del país la vida de las mujeres, al promover su igualdad y participación en la sociedad.

Desde los días constitutivos de la FMC, el 23 de agosto de 1960, Fidel se involucró personalmente en el trabajo de la organización y participaba con todas ellas, a fin de concebir cuál sería el trabajo de aquella organización que reuniría a todas las mujeres existentes en el país. Unidas en esta palabra: cubanas.

En realidad, él marcó un estilo y orientó los mecanismos de trabajo que exigiría esa organización que rectorara personalmente. Por eso participó en todas sus Plenarias y Congresos, en cuanto evento organizaba la FMC y estuvo presente en todas sus conquistas.

Como constante y permanente fue su preocupación por la defensa de los derechos de la mujer y su participación plena en la lucha, partiendo primero de la eliminación de la discriminación contra ellas, que eran entonces absolutamente dependientes del hombre.

A siete años de su desaparición física, el legado del líder de la Revolución, del revolucionario, del héroe, nos sigue convocando.

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