Para honrar la memoria de aquellas que prestaron importantes servicios a la patria en la Guerra Grande, iniciada el 10 de Octubre de 1868.
Por Marilys Suarez Moreno
La gesta histórica de La Demajagua, iniciada el 10 de octubre de 1868, puso de relieve el temple de nuestros heroicos mambises y mambisas. Hubo mujeres como Candelaria Figueredo (Canducha), la abanderada de la división mambisa, y Luz Palomares, veterana del 60 y del 95, cuyo valor la hizo alcanzar el grado de Capitana del Ejercito Libertador.
O Emilia Margarita Teurbe Tolón Otero, a quien el notable novelista Cirilo Villaverde, autor de Cecilia Valdés o la Loma del Ángel llamó “entusiasta y hermosa filibustera”, quien tuvo a su cargo la confección de la bandera ideada por su primer esposo, el poeta Miguel Teurbe Tolón, en 1850. Fue la misma que sirvió de muestra para la elaboración de la enseña que luego enarbolaría Narciso López en su desembarco, con una expedición anexionista, por la bahía matancera de Cárdenas, ese mismo año.
Otra ilustre mambisa fue Candelaria Acosta, conocida por Cambula, a quien Carlos Manuel de Céspedes, la víspera del alzamiento guerrero del 10 de octubre de 1868, encargó la confección de la bandera que flamearía con las huestes insurrectas en su ingenio La Demajagua y en los sucesivos combates.
Otro ejemplo de valentía femenina fue dado por la camagüeyana Marina Pierra de Poo, emparentada con el líder independentista Joaquín de Agüero, quien cosió la bandera enarbolada en el levantamiento de Juracal y, al igual que otra coterránea, Gabriela de Varona, a quien llamaban La Golondrina, entró en la historia por los muchos e importantes servicios que prestó a Cuba. Gabriela sufrió prisión por sus labores conspiratorias y, cuando estalló la Revolución de Yara, marchó a los campos de Cuba a compartir la suerte de los mambises .En esos campos quedaron su padre, su esposo y sus tres hermanos.
Bravas mujeres también lo fueron las hermanas Manuela, Micaela y Mercedes Cancino, oriundas de Manzanillo, cerca de Bayamo, hoy capital de la provincia Granma. Ellas se distinguieron por la colaboración constante a la lucha independentista en aquella primera etapa de la guerra y luego no abandonaron al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, cuando fue destituido de todos sus cargos y relegado a vivir apartado, sin protección alguna en la serranía oriental.
El libro El diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes recoge algunos de esos encuentros con las Cancino. Al igual que otras muchas mambisas, ellas fueron fieles al iniciador de nuestra primera gesta independentista y vivieron y lucharon por una Cuba sin cadenas.
Otras mujeres destacadas del 68 fueron Bernarda Toro de Gómez, esposa del Generalísimo México Gómez, con una ejecutoria brillantísima en esa contienda donde perdió a su hijo Panchito, caído al lado del Titán de Bronce, cuando intentaba rescatar a Maceo, tras su caída en combate en Punta Brava.
Y qué decir de María Cabrales, quien no solo fue la esposa abnegada y valiente del General Antonio Maceo Grajales, sino una patriota de muchos méritos, que compartió con su esposo las inquietudes y riesgos de la Guerra del 68, la intentona de la Guerra Chiquita y, años más tarde, con el retorno de su exilio a la Patria, las glorias de la invasión de 1895.
No por gusto dejamos para el final a otra de las grandes mujeres de nuestra historia: Mariana Grajales Coello, la madre heroica de Los Maceo-Grajales y hoy Madre de la Patria cubana. Mariana no sólo marchó con su familia a la guerra, apenas iniciada ésta, sino que les hizo jurar, de rodillas, ante el Cristo Redentor, su fidelidad a la Patria. Permaneció 10 años en la manigua, perdió a su esposo y a varios de sus hijos y aun durante su exilio en Jamaica siguió luchando y colaborando, como sus fuerzas le permitían, por la ansiada libertad de la patria.
Hubo otras muchas y grandes cubanas que hicieron suya la causa de la independencia y patentizaron en ella su valor y heroísmo. Mujeres como Luz Vázquez, La Bayamesa, que inspiró la canción del mismo nombre y que, al pasar de los años, se convirtió en una gran colaboradora de Céspedes; Lucia Iñiguez Landin, madre de otro gran patriota cubano, Calixto García; y Ana Betancourt de Mora, la precursora de los derechos femeninos en Cuba, también de trayectoria patriótica ejemplar.
Muchísimas más y todas ellas demostraron sus ideales separatistas, lucharon en los campos insurrectos, guardaron prisión y sufrieron exilio, pero ninguna capituló y continuaron la lucha, desafiando actitudes patriarcales y sufriendo las pérdidas de los suyos, sin claudicar en sus ideales
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