domingo, 29 de diciembre de 2024

“Tertulias en el jardín”



 Por Aime Sosa Pompa

Dulce María Loynaz fue presentada una vez como “una mujer en una casa con puertas”, y esas fueron las que se abrieron en una tarde húmeda y gris, justo en el último viernes de 2024. El motivo fue la peña “Tertulias en el jardín” del Centro Cultural y la invitación ayudó a  olvidar  la lluvia, gracias a las memorias de María Elena Llana, Premio  Nacional de Literatura 2023, y la agradable conducción de  la escritora Tomasa González Pérez; más un grupo de nuevos y habituales invitados que se unieron a versos y boleros clásicos cubanos.

Fue luminoso compartir con la autora del libro “Casas del Vedado”, precisamente en una de las más emblemáticas de ese escenario habanero fabulador, en la esquina de 19 y E. 


María Elena se mostró como lo que es: una maestra hábil de las palabras, recurrente engarzadora de cuentos que conversa amena, mientras entretiene y enseña. 

Al escucharla y verla pasar con manos finas sus páginas anotadas, fue como volver a leer con asombros propios otras historias pasadas: anécdotas sobre Dulce María. 

Con una frase cristalina María Elena nos hizo engarzar a las dos escritoras: “Yo siempre hice lo que quise hasta que me volví vieja”. Sobre sus dos vocaciones nos confesó un poco ese día de “navidad esplendorosa”, con esa voz llana que hace gala a su apellido: el periodismo y el cuento. 


Sin embargo, la historia sobre el encuentro con la Loynaz fue más bien efímero pero digno de evocar porque la sencillez de ese momento las debió unir sin que ambas lo supieran, solo así se pudo armar el presente y la sorpresa de la peña. 

Se vieron en una de las presentaciones de la revista Revolución y Cultura en la que ambas fueron publicadas, ella con un cuento, Dulce con poemas de “Bestiarium”. 

Con amor y nostalgia la describió exclamando “!Ay, mi casa del Vedado!”, y además le dedicó una de las fotos que aparecía en esas páginas impresas, lamentando no haber podido encontrar el ejemplar para poder enseñarlo. 

Cerca y sin asustarse de nuestras presencias (dicen que así son los felinos del Vedado), los gatos se paseaban en la mitad de los jardines mientras los invitados tomaban sin excusas las palabras para leer versos. 

Carmen Serrano, presentada por Tomasa como la más antigua de las seguidoras, hija ilustre de los municipios orientales Baracoa y de Sagua de Tánamo,  quien actualmente está escribiendo un libro de sonetos tal y como lo recomendó la propia Dulce María, recuperó aquel amor feliz, “el que se posa poco”… 

Nadia Ocaña, la reconocida poetisa holguinera, quiso desempolvar aquellas palabras de la Loynaz donde afirmaba premonitoria: “en mis versos yo ando sobre el mar”. 

María Mercedes, promotora cultural y narradora, se adueñó de un momento donde el jardín fue solo un motivo más para distinguir “lo que no se puede tocar”. 

José León entregó con bríos el poema “ Almendares”, “este río de nombre musical” y Mercy eligió “La balada del amor tardío”, quizás el que no puede faltar en cada una de las tertulias. 

Entretanto llegaba la música, por cierto interpretada por mujeres: Yudith al piano para alegrar aun más algunos rayos de sol en el cielo, y la sorprendente atractiva voz de Marta Anglada, quien celebró sus 57 años de vida artística, precisamente ese día. Fue como hacer posible ese verso conocido: “Para el amor más olvidado cantaré esta canción”, quizás ese es el cimero propósito de cada bolero.

Las impresiones del final alargaron la despedida, nada mejor que leer lo que escribió la invitada María Elena Llana en el libro de la peña: "Hermosa tarde, medio invernal, medio lluviosa, pero llena de grato calor humano. Una linda experiencia. Inolvidable".

Quedaba entonces una mujer en su jardín, la misma que un día registró con su menuda grafía: “Hay que apretar el agua para que suba fina y alta”.

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