Por Lianne Garbey Bicet
Hay acordes que son inconfundibles, que desde las primeras notas te hacen cantar las letras de una canción o simplemente tararear su melodía. Así ocurre con "Veinte Años", tan solo bastan unos segundos después de escuchar el inconfundible sonido de la guitarra para que, al instante, estos versos vengan a mi mente: "Qué te importa que te ame, si tú no me quieres ya. El amor que ya ha pasado no se debe recordar..."
En ese momento no puedo evitar la sensación de nostalgia y melancolía que invade todo mi ser, evocando recuerdos de amores perdidos, promesas hechas y sueños compartidos algún tiempo atrás. Pues la emblemática canción popularizada por María Teresa Vera tiene el poder de convertirse en un refugio emocional, según la vamos escuchando.
Aunque, con el paso de los años, su letra ha encontrado nuevos significados y ha sido reinterpretada por artistas contemporáneos, su esencia permanece intacta. Cada nueva generación se apropia de sus versos, los resignifica y los convierte en parte de su propia historia de amor y desamor, pero siempre respetando las pautas interpretativas de la eterna trovadora.
María Teresa Vera fue una de las más grandes intérpretes de la música cubana, dueña de una voz auténtica capaz de conectar y transmitir cada una de las emociones que narraban sus canciones. Nacida el 6 de febrero de 1895 en Guanajay, comenzó su carrera musical a una edad temprana, influenciada por el ambiente bohemio y trovadoresco de la época.
Su talento la llevó a formar parte de un dúo legendario con Rafael Zequeira, con quien grabó casi 200 canciones entre 1914 y 1924.
Temas como "A llorar a Papá Montero" se convirtieron en éxitos inmediatos, consolidando su lugar en el devenir de la música cubana. Desde aquellos primeros años, su vida estuvo cargada de historias, misterios y críticas por ser una mujer adelantada a su tiempo, capaz de romper con los estereotipos de género que imperaban en la industria musical por aquellos años.
De su amplia trayectoria, es válido señalar que fue una de las pioneras en crear duetos de mujer y hombre, siendo ella quien solía hacer la voz principal.
De igual forma, estuvo entre los primeros artistas que grabaron en la RCA Victor en Nueva York, cuyos discos posibilitaron la internacionalización del bolero y el son cubano.
Una anécdota memorable de sus inicios es cómo Manuel Corona le entregó el bolero "Longina" en el muelle de La Habana, como símbolo de su confianza en su fuerza y calidad interpretativa.
En 1926, fundó el Sexteto Occidente junto a Ignacio Piñeiro, contribuyendo significativamente al desarrollo del son cubano.
A pesar de su éxito, decidió retirarse temporalmente de la música siendo fiel a los preceptos que le dictaba su religión. Sin embargo, su regreso a la música fue impulsado por una profunda necesidad económica y emocional.
En 1935, tras visitar a su amiga Guillermina Arrambarú, quien escribía poesía para sanar su corazón roto, María Teresa decidió musicalizar varios de sus poemas.
Entre ellos estaba "Veinte años", el tema que inmortalizaría su nombre en la historia de la música cubana y universal. Por esa época obtuvo el perdón de la congregación abakuá, que le permitió regresar a los escenarios formando un dúo con Lorenzo Hierrezuelo que duró más de 25 años y que la reafirmó como una de las primeras voces de la trova.
El 17 de diciembre de 1965, María Teresa Vera partió físicamente, dejando una estela de éxitos e historias por compartir.
Hoy, al recordar su vida y obra, es imposible no sentir una profunda gratitud por todo lo que aportó a la música y a nuestra identidad cultural.
Por eso, cuando escucho alguna de sus melodías en la radio, un antiguo bar o en las plazas de esta añeja isla de trovadores y cantores populares, me detengo a disfrutar la rica herencia que nos legara esta mujer que, a través de su música, nos enseñó a sentir y a recordar.
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