Fotos: Cortesía de la entrevistada
Por Yamylé Fernández Rodríguez
A Yoany Hernández Camejo la vocación de tejedora le viene por herencia, pues desde los tiempos de su bisabuela la práctica del tradicional arte está integrada a su familia.
Nunca imaginó que un día encontraría un modo especial para realizar sus artesanías, a partir de la sericultura (cría del gusano Bombyx mori, productor del hilo de seda), y de ahí concebir hermosas creaciones como cierre de todo un ciclo de labor.
“Soy de Catalina de Güines, en la provincia de Mayabeque, donde me he destacado siempre por presentar mis trabajos en exposiciones y pasarelas y por tener, además, un taller en el que enseño el arte del crochet a niñas y niños en la Casa de la Cultura”.
Sobre la llegada a su propia ruta de la seda, recuerda que una noche vio una convocatoria a un concurso denominado ArteSeda y mostró interés al respecto.
“El investigador Dayron Martín Prieto, de la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, en Matanzas, se puso de acuerdo conmigo para enviarme los hilos de seda, con el fin de que participara”.
“Al principio no entendí mucho al ver las madejas pequeñas, porque yo estoy acostumbrada a tejer con un cono grande, pero me embullé con el brillo y la textura de esos hilos y me di a la tarea de crear tres juegos de collares con los que obtuve un tercer lugar compartido. Luego me avisaron para ir a Indio Hatuey a recoger los premios y cursar un taller de capacitación”.
Desde entonces comenzó el proceso de familiarización de Yoany con la sericultura y, tras pasar un curso para aprender sobre la crianza del gusano, la extracción de hilos y las tinturas, comprendió que el concurso no terminaba con el premio, sino que le abría las puertas a un mundo sorprendente.
“Puedo decir que el proceso es maravilloso y, cuando se vive esta experiencia, no te puedes apartar. Yo siempre he disfrutado mucho la creación de mis piezas y tejo todo lo que puedas imaginar con diferentes técnicas, pero nada se compara con esto de criar un gusanito que puedes alimentar, ver la formación de su capullo y extraer los hilos.
“Todo es mágico, desde los huevos cuando eclosionan, la crianza, la transformación en mariposas…, es algo que enamora y disfruto mucho”.
Tal vivencia Yoany la logra en su finca ProsedaCuba, la que cuida con desvelo.
“Pedí un pedazo de tierra, que era un basurero, y lo transformé en la plantación de morera más hermosa de Mayabeque, para asegurar la alimentación de este tipo de gusano.
Después me hice campesina para cumplir el sueño de producir el hilo que tanto necesito para trabajar y, gracias al apoyo de la Federación de Mujeres Cubanas y de su secretaria general, Teresa Amarelle Boué, obtuve el permiso ambiental que necesitaba para criar esta exótica especie”.
De las virtuosas manos de Yoany brotan tejidos a crochet, lo mismo carteras que prendas de vestir y otras piezas, y ahora desarrolla una curiosa bisutería con hilos de seda y capullos que logra exponer y comercializar con éxito en ferias en el Pabellón Cuba, la Casa de la Obra Pía, galerías de arte y en cuanto lugar la inviten.
Además, tiene sus propias páginas en Facebook, denominadas Las arañitas de Mery y Yoany Aracné Crochet para promocionar sus trabajos artesanales.
Tan hermosas habilidades Yoany las comparte de manera especial con los más jóvenes, a través de un taller en la Casa de la Cultura de su localidad.
“Me gusta enseñar a las nuevas generaciones este arte del crochet, para que no muera la tradición y también para acabar un poco con el mito de que tejer es de viejitas. Me inspira el propósito de que continúe la tradición de crear piezas a mano en tiempos de tanta tecnología”.
Con satisfacción agrega que ha logrado integrar a niñas de la educación especial que ya logran tejer hermosas obras y aprecian en ella un ejemplo de superación y constancia.
“Es increíble ver que niñas que nunca habían cogido una aguja de tejer en sus manos hoy tienen un oficio a través del cual pueden generar ingresos y eso me hace feliz”.
Desde que en marzo de este año la mayabaquense Yoany Hernández Camejo decidiera apostar por la crianza de gusanos de seda y la confección de artesanías con sus hilos, ha tenido tres crianzas con éxito.
Sin embargo, quedan metas por cumplir, como conseguir un sitio fijo para comercializar sus creaciones.
“Estoy muy orgullosa de ser la primera artesana campesina en cerrar el ciclo de sericultura fuera de la Estación Experimental de Indio Hatuey, y sé que después de esta experiencia muchos se unirán y se hará realidad la ruta de la seda cubana, porque los sueños se cumplen cuando se comparten.
“Para mí, tejer no es solo mi independencia económica, sino que es mi vida. No imagino mis días sin ello.
“Vivo frente a mi mamá y mis hermanas y siempre estamos tejiendo; cuando una avisa que coló café todas nos juntamos, cada una con su tejido, a tomar el café, y es ahí cuando digo que somos ricas por compartir esta pasión”.
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