Por Aime Sosa Pompa
Junto a las orillas del mismo río Yayabo, una quinta con nombre femenino tiene un encantador mirador que sirve de acceso a uno de los lugares más interesantes de Sancti Spíritus, donde se atesoran prendas exclusivas y cada una guarda historias únicas: la Casa de la Guayabera.
El equipo de la Editorial de la Mujer, y especialmente las radialistas de La Casa Violeta, pudimos conocer lo que más atrae de la colección que allí estaba expuesta. También supimos que detrás de las que antes eran llamadas yayaveras, no faltaron manos de mujer.
En la entrada nos esperaba Jorge Puerto, especialista en comunicación que trabaja allí desde octubre de 2022 y, de paso, nos confesó estar enamorado... «de la historia de la Guayabera, parte de nuestra identidad como cubanos». Hoy día allí funciona un Proyecto de desarrollo local, donde la misión de preservar el patrimonio tangible e intangible se hace patente. Para quienes nunca habíamos estado allí, nos emocionó la hechura inicial femenina de ese tipo de camisa tan cubana.
JP: Cuenta la leyenda que la idea fue un matrimonio de andaluces que se asentaron en los márgenes del río Yayabo. El señor José le pidió a su señora esposa Encarnación que le fabricara una pieza para trabajar en el campo, que le quedara holgada, de color blanco, porque el clima tropical de Cuba y el sol son muy fuertes. Así surgió la primera. La característica básica es los cuatro bolsillos. Luego se le empezó a decir yayabera porque surgió cerca del río; los diferentes campesinos de la zona empezaron como a imitarlo y se fue propagando esa prenda, hasta que un buen día la catalogaron como guayabera, ya que en cada uno de los bolsillos cabían cuatro guayabitas cotorreras. Esas son guayabas más pequeñitas, las verdecitas, más duritas.
RM: No solo una guayabera gigante sirve de admiración, también otra en miniatura, confeccionada por Elisa Cuba Candelario Concepción, como parte del curso de corte y costura Ana Betancourt. También llama la atención que casi todas las que se exhiben se relacionan con el 26 de julio. Además, encontramos otras sorpresas, con los rastros e inventivas de una gran mujer.
JP: Aquí están guayaberas de personalidades que tuvieron mucho que ver con este hecho histórico, algunos pertenecieron al movimiento 26 de julio y después a todo el proceso revolucionario cubano. Acá hay una diferente, totalmente, en realidad son dos, pero hay una excepcional de un color precioso. ¿De quién es? De Vilma Espín. De hecho, en los surgimientos de este proyecto, la sala museable iba a tener su nombre, porque a ella le encantaba diseñar todas estas cuestiones de la moda, era muy femenina. Está una de Melba Hernández Rodríguez del Rey, también preciosa. Tenemos, por ejemplo, un vestido típico cubano que lo donó Ivette Cepeda, declarada hija ilustre de Sancti Spíritus. Otra azul precioso de Alicia Alonso. La de Vilma tiene solamente dos bolsillos. Igual que la de Alicia Alonso. Una curiosidad: todo el mundo cuando llega aquí y ve la de Alicia, dice: “esa debe ser de una bailarina”, porque es así: delgadita, muy alta, es de 1978. ¿Y sabes de quién es esta? De Pastorita Núñez. Y tenemos la de Natalia Bolívar.
RM: Entre todas las presentes, una sobresale, pues algo sugerente marca el estilo de la confección. ¿Y esta guayabera especial a quién pertenece?
JP: A Raúl Castro Ruz, tenemos dos de él. Y la que está en exhibición fue un diseño propiamente de Vilma, que como ya dije le encantaba diseñar. Tiene unas alforzas especiales, porque es como tejida. Y el cuello es asiático. Muy bonito. Fue un regalo de ella por su cumpleaños. Es verdad que tenía que pasar por manos de mujer. Por la sensibilidad y la creatividad de las mujeres.
RM: ¿Qué más nos puedes decir sobre la guayabera aquí en Sancti Spíritus?
JP: Bueno, todavía para misas y bodas se utiliza muchísimo. Y por las calles vemos a miles de abuelitos luciendo su guayabera. ¿Qué pasará aquí en marzo? En ese mes siempre tratamos de exponer la mayor cantidad de prendas de mujeres. Las invito a que regresen, verán entre otras la que vistió Ana Fidelia Quirós, tenemos muchísimas más.
Fue una ágil estancia y más con la compañía de Jorge, quien hizo gala a su apellido: nos llevó a un puerto inesperado de historias para abundar, incluso defendimos como él su origen cubano. Aunque no pudimos conversar con Carlos Figueroa, el director del Proyecto, sabíamos que para él la Quinta Santa Elena no es solo un museo, es un centro cultural diverso.
Gracias a este intercambio, para el equipo de la Editorial la guayabera podrá ser una prenda masculina, sí; pero ya, al mismo tiempo, tiene con lujos su preciado lugar como pieza femenina llena de tradición e innovación, porque no ha dejado de estar en manos de mujer.
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