lunes, 29 de abril de 2024

Iliana y esa necesidad eterna de sentirse útil


Fotos: Yaciel Peña de la Peña


Por Liodany Arias Tamayo 

Iliana es una de esas mujeres seguras de sí mismas; su voz y carácter, unidos a un profundo y exquisito profesionalismo, convencen a quienes tienen la dicha de conocerla. Es ella la única especialista en Nematología de la provincia Las Tunas, una ciencia a la que le consagró y aún dedica su vida.

Recuerda, entre el orgullo y la nostalgia, sus estudios de ingeniería agrónoma, primero en la Universidad de Pinar del Río y después en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de Bayamo, en Granma, donde concluyó en 1987.

Al graduarme me incorporé al complejo agroindustrial del municipio de Majibacoa, en el centro de los dominios tuneros. Allí, en el ingenio azucarero, me realicé como profesional y, sobre todo, aprendí desde la práctica las peculiaridades de la sanidad vegetal que es mi plato fuerte, rememora.

Nacida en la provincia de Holguín y arraigada en el vecino territorio oriental desde su primer año de vida, Iliana Rogenia Martínez Guerra prestigia por más de 35 calendarios las ciencias agrícolas en esa región y desde 1994 forma parte del Laboratorio Provincial de Sanidad Vegetal, sitio al que considera su segunda casa.


“Aprendí a darle valor al conocimiento popular y nutrirme de la sabiduría de los campesinos, lo que me permitió una visión generalizada para poder aplicar de una forma más eficiente la ciencia en dependencia de las necesidades reales de nuestros campos.

“Me especialicé en Nematología aquí, en el laboratorio, porque me fascina ese mundo microscópico, que puede incidir en los niveles de calidad y producción y que muchas veces no tenemos en cuenta para la seguridad de los cultivos.

“Todo el suelo que se vaya a utilizar debe ser analizado para ver su estado nematológico. De ese examen dependen las cosechas y el balance de explotación que se le puede dar. A veces las personas traen las muestras demasiado tarde, cuando los fitonemátodos son visibles en las plantas, pero ya es en vano y se pierden los cultivos.”

Para ella, quien además forma parte del claustro docente de la Casa de Altos Estudios local, constituye hasta cierto punto frustrante el hecho de que algunos no tomen en cuenta las consideraciones de la ciencia, pues, como confirma, esas actitudes entorpecen el desarrollo de la agricultura sostenible y frenan el sueño de muchos.

“Tengo la misión de persuadir y alentar sobre las condiciones físicas, químicas y biológicas de los suelos y las plantas, lo demás queda a la decisión de quienes siembran. Por eso también me gusta contribuir a la formación de capacidades en los productores y, sobre todo, acompañarlos hasta el resultado final, porque ese ejemplo y esa práctica son los que convencen.”

Pero Iliana no solo resulta una mujer de ciencia y pedagogía, para ella la familia, esa que se consolida todos los días desde el abrazo, la integración y los buenos sentimientos, es fuente de privilegios que encontró desde finales del pasado siglo cuando comenzó a edificar su hogar.

“En mi vida también influyó muchísimo la profesión, pues gracias a ella conocí al padre de mi hijo mayor, una persona extraordinaria a la cual le debo grandes honores. Tiempo después y no en las mismas circunstancias, conocí a mi segundo esposo, con quien aún permanezco felizmente casada y quien me complementa desde lo personal y lo profesional.

Tengo dos hijos y tres nietos que son mi más sublime realización; me siento una mujer de casa, de familia, de ese ambiente que se construye desde el respeto y la complementariedad. Sin este hogar, mis otros logros solo serían una utopía.”


Desde 2015 se incorporó también a la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales en su provincia por adopción como su secretaria para la gestión del conocimiento y las comunicaciones, responsabilidad que asume como ventaja para acercarse mucho más a los campesinos desde la agroecología.

Reconocida en reiteradas ocasiones por sus méritos a la investigación científica y la innovación por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Iliana lleva con empatía y gozo el hecho de ser una de las mujeres que hacen de Sanidad Vegetal un centro de referencia para Las Tunas y Cuba.

“El próximo año me puedo retirar, pero no he tenido momento de pensar en eso; no me veo todo el tiempo en el seno familiar, porque siento que los suelos, las semillas, mis compañeros de trabajo y la ciencia me necesitan y yo a ellos.

Existe en mí la obligación de servir; me debo a lo que amo y quiero continuar haciendo por esta sociedad y el país. Tengo la necesidad perpetua de sentirme útil.”

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