Fotos: Rafael Fernández Rosell
Por Evelyn Corbillón Díaz Especial de la ACN para Mujeres
María Ana Torres Martínez no le teme al paso del tiempo; muchas veces olvida que en el mes de abril cumplirá 84 años, quizás porque trabajando burla los inevitables achaques de su edad y se siente útil.
En el organopónico El Vial, de la ciudad de Pinar del Río, se le puede ver cada día, haciendo cuanta actividad requiere esa estructura, al punto de que ni ella misma sabe qué le corresponde "por plantilla".
Siembro, recolecto, recojo semillas, trabajo en la minindustria, atiendo lo que haga falta; incluso me he quedado al frente cuando falta la administradora asevera con la locuacidad de quien ama su rutina y está presta a enseñar.
Aunque su apariencia no es la de una mujer octogenaria, sus manos no esconden los años dedicados a disímiles oficios y la preferencia por las labores agrícolas, que le vienen desde la cuna, allá por la década del 40 del pasado siglo, en el municipio Viñales.
Éramos seis hermanos -cuatro hembras y dos varones- que íbamos a la escuela por la mañana y en la tarde ayudábamos a mi papá en el campo. Solo pudo estudiar, apunta, hasta sexto grado pero el triunfo de la Revolución le dio la posibilidad de reincorporarse para cursar la secundaria básica y el preuniversitario, ya casada y viviendo en Pinar del Río.
Trabajé en la Empresa Panificadora y de Hielo, y en la Unidad Básica de la Alimentaria, en las que ocupé diferentes responsabilidades; hasta estudié cuatro semestres de Contabilidad porque lo necesitaba, añade.
A finales de la década de 1980 me sumé a la microbrigada y me gané una casa al año y cuatro meses de estar ahí, cuenta orgullosa del fruto de su trabajo.
Me jubilé en 2001 y tres años después regresé a mis orígenes en el centro de elaboración del organopónico La Conchita, en la ciudad. Ahí estuve un tiempo hasta que nuevamente dejé de trabajar; pero qué va, no me sentía bien en la casa sin hacer nada. Yo soy guajira, y por eso me incorporé directo a la tierra en el organopónico El Vial, precisa.
María Ana hoy vive allí una de las pasiones que no sabía que tenía: enseñar los quehaceres del campo a las nuevas generaciones.
Estudiantes de séptimo grado de la escuela secundaria básica Carlos Ulloa, del Consejo Popular Hermanos Cruz, acuden cada semana y aprenden de actividades culturales, preparación de suelos y la importancia de la agricultura para nuestra sociedad.
Es necesaria esa vinculación con el campo, que ya no existía, y quizás algunos de ellos garanticen el futuro del sector, que tanta falta nos hace, refiere.
Todo aquí lleva sacrificio y ya somos más los viejos que los jóvenes en estas tareas -lamenta-; por eso agradecemos el apoyo de Educación con estos muchachos.
Porque lo más importante es tenerle amor a la tierra y ver los frutos; sobre todo en estos tiempos tan difíciles que requieren que sigamos trabajando para el pueblo, apunta Torres Martínez.
La Vieja, como todos le dicen cariñosamente, aún tiene mucho que aportarle a El Vial, sus compañeros y sus tres hijos -uno de ellos también trabajador de esa estructura-, principalmente las lecciones diarias de entrega y compromiso con lo que disfruta. (Evelyn Corbillón Díaz, ACN)
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