Dossier periodístico ante las afectaciones del huracán Oscar, octubre 2024.
Por Aimé Sosa Pompa y Lianne Garbey Bicet
Oscar va a ser un nombre como el de Matthew para siempre recordar en Cuba y, sobre todo, en la provincia de Guantánamo. En especial ahora en Baracoa, que justamente hoy amanece con intensas lluvias e inundaciones.
A menos de una semana del paso del huracán Oscar, la ciudad primada de Cuba se encuentra en una situación crítica. Las lluvias han sido intensas desde la madrugada, acumulando más de 120 mm de precipitaciones sólo en unas pocas horas. Este fenómeno atmósferico dejó tras sí un saldo devastador en la región más oriental del país.
Tocó tierra el 20 de octubre de 2024, afectando gravemente a los municipios de Baracoa, Maisí, Imías y San Antonio del Sur. Las intensas lluvias y los vientos huracanados, que alcanzaron velocidades de hasta 130 km/h, provocaron desbordamientos de ríos, destrucción de viviendas y plantaciones y dejaron a muchas familias incomunicadas y sin electricidad.
En Baracoa, las imágenes de casas y locales sin techos, árboles derribados, cultivos arrasados y tendidos eléctricos afectados son impactantes.
La llegada de Oscar agravó aún más la ya crítica situación de la región oriental, que estaba sumida en un apagón general desde la mañana del viernes anterior.
En Maisí, los deslizamientos de tierra han cortado carreteras, complicando el acceso a las áreas más impactadas. Aunque la Defensa Civil ha declarado la fase de recuperación en estos municipios, aún no se ha podido cuantificar del todo los daños materiales y humanos debido a la inaccesibilidad de algunas zonas.
En medio de esta crisis, las mujeres cubanas han demostrado una vez más su capacidad de resistencia y liderazgo. Este dossier recoge el testimonio de una periodista que, desde la primera línea de combate, ha documentado y vivido en carne propia los estragos del huracán Oscar. Galina Arcia, periodista de Primada Visión y Radio Baracoa, comparte, a modo de crónica, sus experiencias personales y profesionales en estos tiempos de adversidad.
“Galina Arcia: la voz de baracoa en tiempos de tormenta”.
Solo nos separan siete años de haber vivido la experiencia tan dura de los estragos hechos por el huracán Matthew en Baracoa. Ahora, me enfrento a otro fenómeno que, aunque quizás más débil, hizo similares estragos.
Estaba yo otra vez en la línea de combate, formando parte del primer grupo de periodistas y camarógrafos que tenían la difícil tarea de cubrir lo que acontecía. La única mujer dentro de un equipo de cinco personas, pero listísima para el combate.
En la primera salida que hicimos, recorrimos el malecón de la Villa; el mar ya batía olas grandes y el tiempo comenzaba a deteriorarse. Nos encontramos en el recorrido con las principales autoridades del territorio y recogimos opiniones y alertas al pueblo emitidas por ellos. De retorno, ¡qué susto! Paseaba un viejito de más de sesenta años como si nada por el muro del malecón. Recuerdo que me alteré tanto que le grité: "¡Sal de ahí, c.....!" y mis colegas se echaron a reír después de ver mi rostro.
Llegamos hasta el puesto de mando ubicado en el hospital del pueblo a preparar los primeros trabajos, ya con hambre y mucho miedo, porque sabía lo que me esperaba y también preocupada, pues vivo en la zona litoral baracoeza y allí había dejado sola mi humilde casa, víctima de varios fenómenos atmosféricos transcurridos en años anteriores.
Todo se me unía: mi pequeño nieto de ocho meses, mi hija, una joven de veinte años llena de incertidumbres; los había dejado atrás. Pero me decía: "Galina, tranquila, es tu deber." Las horas pasaron y Oscar se aproximaba y aumentaba mi preocupación. Las lluvias fueron más intensas y los vientos alcanzaban ciento diez kilómetros por hora. Entonces llegó la segunda salida.
Esta vez a un centro de evacuación. Llegamos empapados y no sabían nada de lo que me ocurría a mí. Hasta que una doctora que entrevisté me dijo: "Periodista, ¿qué comió?" Le comenté y me dijo: "Estás intoxicada, mírese la cara y los brazos." Rápido me medicaron y así seguí trabajando; seguimos entrevistando personas y sobre la hora salimos del lugar con peores condiciones climatológicas.
Ante nosotros se derribaban árboles, volaban las tejas de las viviendas; pero pa'lante. De verdad me sentía mal; parece que era la reacción de la benadrilina puesta, la prednisona, pero así seguí trabajando. Llamaban de diferentes medios de comunicación del país: Radio Rebelde, Radio Taíno, Canal Caribe y Galina ahí reportando.
Sobre las doce de la noche se decide en el puesto de mando llevarnos a las casas. Cuando salimos… ¡Ay, mi madre! El agua llegaba hasta la ventanilla del carro. Apenas veíamos nada. Los vientos movían aquella masa de hierro en la que íbamos; pero eso no fue lo mejor. Cuando faltaba una cuadra justamente para llegar a mi casa, ¡prasss!, nos cayó una teja encima del carro y lo ponchó de tal manera que no pudo continuar la marcha.
Imagínense ustedes: a esa hora debíamos salir del automóvil; quedábamos solo Nacho, un periodista, y Miguelito, el fotorreportero. No sabía qué hacer. Sabía que tenía que salir de ahí, pero las piernas me temblaban para caminar de vuelta a casa. Armada de valor le dije a mis compañeros: "Vamos rápido. Encendamos las linternas de los móviles." Y los tres abrazados llegamos hasta mi casa.
Ay… Cuando miré de frente mi morada ya sin techo, no pude evitar llorar. Mi frase dicha fue: "Galina, otra vez sin techo." Rápido, mis compañeros —en los que llegaba su segundo transporte— me ayudaron a trasladar las cosas de los cuartos hacia la sala y allí armé mi nuevo campamento hasta ahora.
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